De una manera u otra, la prostitución se hace un hueco entre las posibles opciones que tiene una persona a ganarse la vida como mejor le parezca.
A estas alturas del cuento y tal como andan de revueltos los ríos, mejor no hablemos de si éste es o no, un trabajo honrado o digno. Porque, la dignidad y la honradez la pone el profesional en su día a día, gestionando su trabajo y estando orgullosa/o de lo que hace y de cómo lo lleva a cabo.
¿Qué no se permite, qué es alegal o directamente ilegal? Pues bien, la propia sociedad genera maneras más o menos pícaras de sacar adelante una profesión que jamás dejará de existir. No mientras haya mujeres y hombres, cis o trans, que estén dispuestas/os a levantarse cada mañana con las ganas de hacer que éste, sea un mundo con más sonrisas que muecas desagradables. Los y las profesionales del sexo de pago, merecen todo el respeto y consideración de los gobiernos, las instituciones y las mal llamadas “feministas”, sin embargo y de manera global, parece imperar más la moralidad del ego sobre “cómo salvar a una puta y sentirse mejor persona, pero sobre todo, superior a ella”, que la verdadera necesidad de llevar a cabo la mejor solución para toda la sociedad. Que sería lo justo, lo inteligente y lo más simple.
Sin embargo, lo que ésta y otras webs similares ofrecen a sus “benefactores”, no son profesionales formadas y que saben cuáles son sus derechos y cuando deben decir un -NO- rotundo a un servicio no pactado de antemano. Porque, en muchos casos, estamos hablando de mujeres extremadamente jóvenes, en situaciones económicas precarias que, pueden llegar a hacerles creer que están a expensas de los deseos de su “protector”.
Éstas no son relaciones entre iguales como sucede entre putxs y clientes, entre los que existe un contrato verbal que unos y otros respetan y no se exceden los límites. Es más, si algún gallito de corral se excede, no queda más que acudir a una comisaria y sabe que está perdido.
Una vez más, en APROSEX insistimos en la creciente necesidad de formación e información de todas aquellas personas que deciden de forma, libre y voluntaria, ejercer una de las profesiones más bellas que existen, la prostitución. No exenta de los problemas que da cualquier otra, no exenta de estar un día hasta los pelos de ella, como de cualquier otra y que, sin embargo nos mantiene agarradas a ella por lo mucho que nos ofrece a nivel personal. El respeto de nuestros clientes, los mensajes de agradecimiento tras una cita excelsa, el cariño de alguien que traspasa la línea de cliente y pasa a ser un amigo y no por ello, deja de abonarte las citas.
Esas cosas, las saben las putas como las saben sus clientes, una de las muchas normas no escritas que se manejan en este trabajo. Porque si algo tiene una profesión que carece de la legalidad suficiente, son muchas normas no escritas. Sin embargo putxs y clientes las conocen y son su religión. Esta claro que los Daddy las Sugar Baby no se mueven en estas lides y es fácil, tremendamente sencillo, engañar a alguien que se encuentra en una situación precaria, económicamente hablando.
No llamar a las cosas por su nombre, no decir con claridad que cuando ofreces sexo a cambio de dinero o bienes, estás ejerciendo la prostitución, creo que es una manera terrible de engañar al público y engañarse a la vez a sí misma.
Ser Putx es tan respetable y decente como ser abogada, política o carnicera. No hay diferencias, la única distinción es que, la puta debe saber que lo es y cuáles son sus derechos laborales. Ésos que una y otra y otra vez, nos niegan los muy honorables dignatarios a nivel global. Que tal vez, y sólo tal vez, deberían cuidar más de su moral y preocuparse menos por la nuestra.
Conxa Borrell – Paula Vip
