Una sentencia pionera equipara a las trabajadoras del sexo con cualquier empleado| De consolidarse, las prostitutas tendrían derecho al paro y a seguridad social | La Tesorería de la Seguridad Social ha solicitado ya las cuotas atrasadas
La prostitución no forzada y ejercida en un prostíbulo es un trabajo que tiene los mismos derechos laborales que cualquier otro. Este es el espíritu de la sentencia pionera que ha dictado un juez de lo social de Barcelona y que obligaría a los proxenetas a suscribir contratos con las mujeres que conllevarían, por ejemplo, derecho a paro y cotizaciones a la Seguridad Social. Esta sentencia aún no es firme, pues puede ser recurrida hasta el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC), pero a buen seguro que causará polémica, pues incide en una problemática que aún no está resuelta y sobre la que existen dos tendencias contrapuestas, encarnadas por la prohibición total de la prostitución, al estilo de lo que pasa en Suecia, o su regularización, como ha ocurrido en Alemania.
Sentencia, además, pionera, pues fuentes jurídicas consultadas por La Vanguardia señalan que en las bases de datos no existen pronunciamientos de índole similar. Tan sólo hay jurisprudencia parecida en el ámbito del llamado alterne, cuando las mujeres reciben pagos de un local por estimular a la clientela a consumir alcohol, y luego si quieren alquilan una habitación en el mismo sitio para servicios sexuales por su cuenta, aunque la realidad es que esta frontera es muy porosa y muchas veces fraudulenta.
Y, además, esta sentencia se produce de oficio a consecuencia de la inspección llevada a cabo en un local donde se llevaba a cabo el comercio sexual. El 11 de octubre del 2012, inspectores de trabajo, acompañados de funcionarios de la Policía Nacional, entraron en un establecimiento de Barcelona que se presentaba como centro de masajes y que se anunciaba en una web con este reclamo: “Nuestro factor humano y de servicios está ampliamente capacitado, tanto en presencia, saber estar y educación, como también en poder otorgarles una dedicación plena, placentera, sexual y con mucha implicación femenina hacia la persona que reclama y recibe nuestras atenciones”.
De esta inspección se derivaron dos procesos. Uno, penal, que se archivó porque las mujeres que trabajaban en el establecimiento aseguraron que no lo hacían forzadas ni sometidas a presión alguna. Y otro meramente laboral, que se derivó en un acta de trabajo por falta de afiliación y alta en la Seguridad Social de las empleadas del local. Al ser recurrida por la propietaria del centro de masajes, originó un litigio en un juzgado social, que es donde se ha dictado esta sentencia.
Los datos objetivos que se recogen en el acta de la inspección de trabajo son que, en el momento de producirse la revisión, había tres trabajadoras del sexo en el establecimiento; una en una habitación dando un masaje a un cliente, y otras dos en otras estancias a la espera de parroquianos. Todas explicaron que llevaban a cabo un horario, entre las doce y las veinte horas. En cuanto al pago, las mujeres declararon que cobraban una comisión por cada servicio, y que tanto los clientes como las instalaciones y los materiales de trabajo, como aceites, eran proporcionados por la empresa. La propietaria argumentó que su licencia municipal era de centro de masajes, no de alquiler de habitaciones, y que las mujeres debían estar allí a una hora convenida, en espera de que llegaran los clientes que las elegían para los servicios sexuales que quisieran, y cuyo precio era pactado con una encargada, que cobraba bien en metálico o bien en tarjeta de crédito y que al final de la jornada entregaba a las empleadas la parte convenida de cada trabajo.
De hecho, sólo existía una discrepancia, pero que no era trivial: mientras que la propietaria del centro sostenía que las mujeres prestaban sus servicios sexuales por iniciativa y cuenta propia, la policía y los inspectores de trabajo mantenían que no. que lo hacían por encargo de la empresa, lo que daría lugar a una relación laboral.
Para el juez no hay muchas dudas. En primer lugar, si bien el local se anunciaba como un centro de masajes, se trataba en verdad de un prostíbulo. Y que entre las mujeres y la propietaria existía un vínculo profesional “no admite mucha discusión”, porque tiene “los rasgos esenciales de todo contrato laboral”, que son “prestación voluntaria de servicios, retribución y dependencia”.
De esta forma, la sentencia expone cómo “el marco regulador de la prostitución” se queda en “regulación administrativa y despenalización aplicativa”; y también considera que ha quedado “plenamente acreditado que las trabajadoras ejercían libremente, sin coacción y de manera no forzada, la prestación de servicios de prostitución por cuenta de la empresa demandada, bajo su dirección y dependencia”, por lo que sólo cabe declarar que “la relación existente” entre la propietaria del local y las mujeres “tiene un carácter laboral”.
¿Qué consecuencias tendría esta sentencia si se consolida en tribunales superiores? Pues que las prostitutas que ejercen sin coacción y en un prostíbulo con un empresario tendrían los mismos derechos que cualquier otro trabajador: tienen derecho a un contrato mediante el cual deberían ser dadas de alta en la Seguridad Social –con las ventajas que ello conlleva, como pensión o atención sanitaria– y opción de cobrar el paro.
De hecho, la decisión judicial ha tenido su primera consecuencia: la Tesorería de la Seguridad Social ha reclamado a los propietarios del salón de masajes las cuotas que, en virtud de este fallo, deberían haber ingresado por tener a tres empleadas; y está por ver si las mujeres también plantean reclamaciones laborales.
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Un jutge decideix que les prostitutes tenen drets laborals
Una sentència pionera equipara les treballadores del sexe amb qualsevol empleat | POSSIBLES CONSEQÜÈNCIES En cas que es consolidés, les prostitutes tindrien dret a l’atur | PRIMER RESULTAT La Tresoreria de la Seguretat Social ja ha sol·licitat les quotes endarrerides
La prostitució no forçada i exercida en un prostíbul és una feina que té els mateixos drets laborals que qualsevol altra. Aquest és l’esperit de la sentència pionera que ha dictat un jutge social de Barcelona i que obligaria els proxenetes a subscriure contractes amb les dones, que comportarien, per exemple, dret a l’atur i cotitzacions a la Seguretat Social.
Aquesta sentència encara no és ferma, ja que pot ser recorreguda fins al Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC), però segur que causarà polèmica, ja que incideix en una problemàtica que encara no està resolta i sobre la qual existeixen dues tendències contraposades, encarnades per la prohibició total de la prostitució, a l’estil del que passa a Suècia, o per la regularització, com ha succeït a Alemanya.
Sentència. a més, pionera, ja que fonts jurídiques consultades per La Vanguardia assenyalen que en les bases de dades no hi ha pronunciaments d’índole semblant. Tan sols hi ha jurisprudència similar en l’àmbit dels bars de cites, quan les dones reben pagaments d’un local per estimular la clientela a consumir alcohol, i després si volen lloguen una habitació al mateix lloc per a serveis sexuals pel seu compte, encara que la realitat és que aquesta frontera és molt porosa i moltes vegades fraudulenta.
I, a més, aquesta sentència es produeix d’ofici a conseqüència de la inspecció feta en un local on es duia a terme el comerç sexual. L’11 d’octubre del 2012, inspectors de treball, acompanyats de funcionaris de la Policia Nacional, van entrar en un establiment de Barcelona que es presentava com a centre de massatges, i que s’anunciava en un web amb aquest reclam: “El nostre factor humà i de serveis està àmpliament capacitat, tant en presència, saber estar i educació, com també a poder atorgar-los una dedicació plena, agradable, sexual i amb molta implicació femenina cap a la persona que reclama i rep les nostres atencions”.
D’aquesta inspecció, en van derivar dos processos. Un, de penal, que es va arxivar perquè les dones que treballaven a l’establiment van assegurar que no ho feien forçades ni sotmeses a cap pressió. I un altre de merament laboral, que es va derivar en una acta de treball per falta d’afiliació i alta en la Seguretat Social de les empleades del local. Quan la propietària del centre de massatges la va recórrer, va originar un litigi en un jutjat social, que és on s’ha dictat aquesta sentència.
Les dades objectives que es recullen en l’acta de la inspecció de treball són que, en el moment que es va fer la revisió, hi havia tres treballadores del sexe a l’establiment; una en una habitació fent un massatge a un client, i dues més en altres estances en espera de parroquians. Totes van explicar que duien a terme un horari, entre les dotze i les vint hores. Quant al pagament, les dones van declarar que cobraven una comissió per cada servei, i que tant els clients com les instal·lacions i materials de feina, com ara olis, eren proporcionats per l’empresa. La propietària va argumentar que la seva llicència municipal era de centre de massatges, no de lloguer d’habitacions, i que les dones havien d’estar allà a una hora convinguda, en espera que arribessin els clients que les elegien per als serveis sexuals que volguessin, i el preu dels quals era pactat amb una encarregada, que cobrava o bé en metàl·lic o bé amb targeta de crèdit i que al final de la jornada lliurava a les empleades la part convinguda de cada feina.
De fet, només existia una discrepància, però que no era trivial: mentre que la propietària del centre sostenia que les dones prestaven els seus serveis sexuals per iniciativa i compte propis, la policia i els inspectors de treball mantenien que no. que ho feien per encàrrec de l’empresa, la qual cosa donaria lloc a una relació laboral.
Per al jutge no hi ha gaires dubtes. En primer lloc, si bé el local s’anunciava com un centre de massatges, es tractava en veritat d’un prostíbul. I que entre les dones i la propietària existís un vincle professional “no admet gaire discussió”, perquè té “els trets essencials de qualsevol contracte laboral”, que són “prestació voluntària de serveis, retribució i dependència”.
D’aquesta manera, la sentència exposa com “el marc regulador de la prostitució” queda en “regulació administrativa i despenalització aplicativa”; i també considera que ha quedat “plenament acreditat que les treballadores exercien lliurement, sense coacció i de manera no forçada, la prestació de serveis de prostitució per compte de l’empresa demandada, sota la seva direcció i dependència”, per la qual cosa només es pot declarar que “la relació existent” entre la propietària del local i les dones “té un caràcter laboral”.
Quines conseqüències tindria aquesta sentència si es consolida en tribunals superiors? Doncs que les prostitutes que exerceixen sense coacció i en un prostíbul amb un empresari tindrien els mateixos drets que qualsevol altre treballador: tenen dret a un contracte mitjançant el qual haurien de ser donades d’alta a la Seguretat Social -amb els avantatges que això comporta, com a pensió o atenció sanitària- i opció de cobrar l’atur.
De fet, la decisió judicial ha tingut la seva primera conseqüència: la Tresoreria de la Seguretat Social ha reclamat als propietaris del saló de massatges les quotes que, en virtut d’aquesta decisió, haurien d’haver ingressat per tenir tres empleades; i cal veure si les dones també presenten reclamacions laborals.
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